martes, 16 de octubre de 2012

Erasmus en Suecia (20): 3193 kilómetros lejos de casa.

Uno de mis sueños es visitar Nueva Zelanda, concretamente Wellington, la capital. Bueno, más concretamente un bosque situado a medio día de viaje al norte de Wellington. ¿Por qué? Muy sencillo: porque es el punto más lejano de mi casa al que puedo ir, es el único que sitio de la tierra en el que puedo decir "no puedo ir más lejos". Es exáctamente la antípoda de donde he crecido y vivido veinticinco años. Y como no creo que pueda ir a la luna o hacer saltos estratosféricos desde el cielo me conformo con el lado opuesto del mundo.

¿Y a qué viene esto? La respuesta es muy simple: cada vez que logro superar mi marca de "esto es lo más lejos de mi hogar que he estado" siento una gran satisfación personal, mi espíritu viajero me dice en ese momento que está orgulloso de mí. Y la semana pasada, mientras paseaba por una de las calles más importantes y famosas del mundo, la Perspectiva Nevski en San Petersburgo, sabía que estaba viviendo un momento especial. He estado, según googlemaps, a 3193 km de mi casa. Para algunos no es es nada especial pero para mí supone un nuevo récord. 

Esta semana ha sido muy emocionante. Especialmente por lo que es entrar y salir de las ciudades en barco, algo completamente nuevo para mí. Lo he disfrutado como un enano. Mis compañeros de viaje han sido Juri, de Praga, y Andrea, de Génova. He de decir que la compañia ha sido excelente.

El primer día lo pasamos en Estocolmo. Es una de las ciudades más bonitas en las que he estado. No nos dió tiempo a visitar mucho pero sí que pudimos pasear por las calles del centro, ver la Casa Real y la catedral. Por cierto, una sueca muy maja nos comentó que aquí en general la gente piensa que la monarquía no sirve para nada más que para las revistas del corazón y para que su monarca, Gustavo, se vaya de putas. 

El caso es que embarcamos en un ferry enorme llamado Gabriela. Los ferrys son algo novedoso para mí pero la verdad es que enseguida te acostumbras. Son como un centro comercial enorme con cabinas para dormir y muchas tragaperras porque no hay mucho que hacer. Y, como suele pasar en las tiendas libres de impuestos, los precios son aún más caros. Pero claro tampoco puedes decir "pues me voy". Unos pantalones baqueros valen 99 euros por ejemplo. Hay cosas puntuales más baratas pero vamos... que merece la pena ir con la comida del super en la maleta.

Durante todas las noches en los diferentes barcos de viaje me tocó con un canadiense y dos americanos. Estuvieron borrachos 5 de las 6 noches por lo que creo que podría haber tenido más suerte con mis compañeros. Al menos llegaban a eso de las 5:00 y podía dormir unas cuantas horas tranquilo sin oirles llegar. Parece muy trágico pero fue gracioso saber que la primera noche uno estuvo buscando la habitación durante 2 horas ya que no la encontraba. Estábamos en el piso 2, es decir, el de más abajo, como  los irlandeses en el Titanic. Vamos, que no era muy sencillo llegar. Los demás días hubo más suerte y nos tocó en los pisos altos aunque sin ventana... cosa muy desconcertante para levantarse ya que no sabes si es de día, y más aún cuando en Finlandia hay una hora más y en Rusia dos.

La salida de Estocolmo es preciosa: muchas islas pobladas de bosques y mucho mar. Espectacular. Y, como no podía ser de otra manera la llegada a Helsinki es igual aunque un poco más fria. 

Durante el segundo día visitamos la capital de Finlandia. Helsinki es una ciudad que decepciona en general. A mí me ha gustado porque el tiempo fue muy bueno y porque es la capital no oficial del heavy metal. Pero siendo sinceros no tiene mucho que ver. En dos días ves todo lo importante. La catedral es preciosa pero al ser luterana no hay nada en el interior así que hay que ir a visitar las iglesias ortodoxas más pequeñitas. El centro es muy verde y en las proximades hay muchos lagos, se puede decir que es una ciudad muy agradable. 

Voy a dedicar un párrafo a lo mejor que tiene Helsinki: el mercado de pescado en el puerto. No he probado un salmón más rico en mi vida. A un precio de 7 euros (Finlandia es muy caro) me pusieron un platazo enorme de salmón recien pescado y cocinado con patatas, legumbres y salsa de ajo. Una montaña de comida fresca y recien preparada que degusté en el puerto mientras en los barcos la gente cantaba canciones tradicionales con acordeones. A mí me pareció una gran experiencia pero por ejemplo, para Juri, que es de la República Checa le pareció lo más novedoso que ha visto en su vida. En su país no tienen esa cultura de puertos y faena en la mar por lo que estaba realmente emocionado. En fin, riquísimo.

Por la noche salimos hacia San Peterburgo. El control para cambiar de país es un poco más estricto de lo habitual pero es un mero trámite. Por lo menos para los barcos de esta compañía que te permiten no tener visado para entrar en Rusia. La entrada es un poco más complicada ya que hay mucho trámite y revisión de pasaporte. (Creo que pocos pueden decir que han logrado hacer reír a los militares rusos de las aduanas. Cosas de mi estúpida foto en el pasaporte...). 

El miércoles llegamos a San Perterburgo. ¡Que llegada más impresionante! La niebla cubría las inumerables islas y canales. Lo poco que se podía ver era las luces de las enormes factorías y fábricas que adornan el puerto de la ciudad. Si hay una palabra que define a la excapital de Rusia es: "enorme". Todo es gigante e impresionante: las calles, las fábricas, los edificios, los monumentos... 

El primer día nos explicaron en una visita guiada la historia de la ciudad y nos llevaron por los sitios más interesantes: Avenida Nevski, Museo Naval, Fortaleza de Pedro I, la Catedral de Kazan, la Iglesia de la Sangre Derramada (cuya visita al interior, lleno de mosaicos, es obligada para cualquiera que pise la ciudad), el Crucero Aurora cuyo cañón de proa anunció el principio de la Revolución... en fin, una verdadera pasada. Además pudimos perdernos por algun parque, visitar la Universidad donde estudio Dovstoieski, también en la que estudió Putin, degustar comida tradicional (la comida es muy barata, especialmente si vienes desde Escandinavia. Por ejemplo un menú de burguer son 3 euros)... Destacar que los restos del comunismo siguen vivos: imágenes de Lenin, estrellas comunistas, hoces y martillos en el escudo de la universidad. Y en lo que no es comunismo sigue ese espíritu de devoción por el líder ya que puedes comprar hasta bustos de Putin.

Durante los dos siguientes días nos llevaron de fiesta (hay muchos bares para salir de farándula), visitamos el Palacio de Catalina de Rusia (que es como un Versalles pero a lo ruso), el museo Hermitage (que es como un Louvre pero a lo ruso) en cual nos perdímos dada su enormidad y nos supimos encontrar la salida hasta 40 minutos más tarde, la Catedral de San Nicolás, la ceremonia de apertura de los puentes para que los barcos puedan cruzar la ciudad por la noche. Creo que vimos todo lo importante de esta ciudad.

Respecto a Rusia y los rusos... responden perfectamente al tópico. Nunca sonrien por ejemplo. Decidimos movernos en metro en una ocasión y ya que está situado más o menos en el infierno y las escaleras mecánicas son como 5 min hasta la superficie nos paramos a mirar si alguno de los que iban en la otra escalera, en dirección contraría, parecía feliz... ninguno. Desde ese momento nos fijamos en el resto del viaje y sólo parecen sonreir de noche, cuando beben.

San Peterburgo es una ciudad muy peligrosa en cuanto al tráfico. Las calles son enormes, no siempre hay semáforos y no es raro ver como un coche va a 120km/hora aunque llueva a cántaros. A veces en un carril hay dos coches y a veces en dos carriles hay 5 coches... una locura. Por mucho que seas italiano o español no estás preparado para esto. 

En fin, mi conclusión es que es una ciudad digna de visitar antes de morir. Es preciosa y espectacular. Eso sí, cuidado con el tiempo: en invierno puede ser normal -30 grados. Afortunadamente nosotros "disfrutamos" de una agradable temperatura de 9 grados en mitad de octubre. 

El sábado volvimos a Helsinki y dado que hacía muy buen tiempo visitamos la fortaleza situada en una isla que protege la entrada a la ciudad. Es perfecto para hacer picnic los días de sol y para saber como ahí se dieron de palos en diferentes guerras suecos, franceses, finlandeses y rusos. 

El domingo visitamos de nuevo Estocolmo. Es de visita obligada el Vassamuseet, el museo con más vistantes  por año de Escaniavia. En su interior alberga un galeón del siglo XVII en perfecto estado que se hundió en su primer día de viaje en frente de las narices del rey de Suecia. Es impresionante. 

En fin, el viaje ha sido toda una experiencia. Entre otras cosas porque he podido conocer a estudiantes erasmus de otras ciudades y he podido ampliar, aún más, mi experiencia internacional. El lado negativo es que el grupo de españoles que venía de otra ciudad eran lo más cateto, analfabeto, maleducado y gilipollas que he visto en mucho tiempo. Por lo que he hablado y he podido averiguar es normal que los españoles y franceses que se van de erasmus hacen pandilla y pasan de los demás pero esto era algo exagerado. Le gitaban a la guía (en castellano claro) que se callase para que pudiesen dormir ya que había estado borrachos y gritando toda la noche, a otra guía le lanzaban piropos de obrero en castellano, en el Museo Hermitage comentaron delante de la segunda pintura que hizo Leonardo Da Vinci "¿Qué le pasa a esta gente, nunca ha visto una pintura?"... No he visto una tribu de payasos y retrasados como esta en mi vida. Afortunadamente estos desgraciados son la excepción. Eso sí, la imagen que dan es lamentable.

Respecto a la vida en Malmö no hay mucha novedad. La gente está planeando muchas excursiones y viajes por lo que a veces está todo un poco desierto... pero eso no evita que siga habiendo gente con la que hablar inglés y mejorar más aún. 

En fin, seguiremos informando. Un abrazo.  



1 comentario:

Carlos dijo...

Lamentable lo que cuentas de franceses y españoles. Debe ser cosa del crácter mediterráneo porque tb lo había oído de italianos. En fin, esperemos que sean uos pocos, pero es increible la mala imagen que pueden dejar de todo un país esos pocos.

No recuerdo dónde te leí que ibas a hacer alguna entrada sobre el metro de Madrid con sus vicios y virtudes. Valga la comparación con el metro de París para que se caiga un poco nuestro mito o, más bien, para tomar nota y mejorar en algunos aspectos. Si bien es verdad que los trenes de París hace tiempo que son cafeteras, son sin duda más "rápidos" o mejor sería decir eficientes, porque dudo que tengan mayor velocidad punta pero sin duda hacen trayectos similares al de Madrid en menos tiempo, por la sencilla de que no paran tanto tiempo en cada estación. ¿Alguna vez os habéis preguntado porque se para el metro hasta un minuto en algunas paradas? Yo llevo años buscando la respuesta.
Otra cuestión, que yo no comparto tanto, pero que hay que tener en cuenta es que en Madrid, a pesar de los kilómetros de vía y del gran número de estaciones que hay, en algunas zonas del Centro, (en sentido amplio, Madrid M30) hay mucha distancia entre estaciones de metro, como entre Opera y La Latina por poner un ejemplo, cosa que no ocurre en París o en Londres donde en un area similar puede haber 3 o 4 paradas.

La seguimos